

El diseño social y su influencia en la (re) construcción de identidades
Como personas que habitamos un espacio, somos sujetos construidos socialmente, nuestra existencia corporal, así como nuestros gustos se construyen a través de necesidades de sociabilización. En este sentido, indagar cómo se establece un diálogo entre diseño, entorno e identidad, encarnándose en nuestros cuerpos y prácticas, nos lleva a tener mayores herramientas para gestionar nuestro posicionamiento frente al mercado del diseño y tomar decisiones conscientes tanto creativas como profesionales.
En esta investigación nos centramos particularmente en el diseño social, haciendo un breve repaso por su historia para luego centrarse en la actualidad y analizar su rol en la conformación de redes de apoyo y su fomento en la (re)construcción de identidades sociales. Estos dos últimos ejes de indagación se centran particularmente en nuestro objeto de estudio: la Cooperativa de diseño IMPA, situada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde el año 2011 y definida por sus fundadoras como un "equipo de diseño interdisciplinario".
El Diseño Social.Su influencia en la (re) construcción de identidades.
La Cooperativa de Diseño y la Cooperativa Qom Lashepi Alp
Prof, Lic. Laura Lorena Feijoó
Universidad de Palermo - Universidad de Buenos Aires
El diseño social en Buenos Aires ha emergido como una herramienta poderosa para la construcción de lazos comunitarios y la generación de afectos. Un ejemplo emblemático de esta dinámica es la "Cooperativa de diseño" ubicada en la empresa recuperada IMPA. La cual no solo aporta valor a productos y servicios, sino que ha creado una red de afectos y solidaridad entre sus miembros y la comunidad circundante.
El diseño social nace en contexto de la crisis socio económicas de la década del 70, donde los diseñadores sienten la necesidad de aplicar principios y metodologías del diseño para abordar problemas sociales a fin de tener un impacto positivo en las comunidades. Este abordaje se instala dentro del ámbito académico argentino, con referentes como Jorge Frascara, Rubén Fontana y Maria Ledesma y Beatriz Galán a partir de la consolidación institucional de las carreras de diseño (1984 UBA).
La crisis económica y social de 2001 en Argentina fue un punto de inflexión que catalizó muchas iniciativas de diseño social como respuesta a las necesidades urgentes de la población, dando lugar a un enfoque más colaborativo y comunitario del diseño.
¿De qué manera el diseño social, en tanto proceso y producto, puede generar nuevas sensibilidades, nuevos afectos y acciones capaces de transformar la subjetividad de sus integrantes?
Para responder a esto considero necesario indagar en su dimensión práctica e interdisciplinaria. En general, el diseño requiere una combinación de habilidades técnicas, creativas y estratégicas. Además de su arista hacia el bienestar personal, el diseño ayuda a generar formas de vivir, construyendo espacios y subjetividades (o corporalidades) a través de su función semiótica, en el sentido de pertenencia a un sistema específico de interpretación de la realidad. Esta función se fortalece a partir de las condiciones de posibilidad de esa experiencia (materiales, técnicas, ambientales etc.).
La Cooperativa de diseño nace en el 2011 compuesta por siete diseñadoras egresadas de la Universidad de Buenos Aires, interesadas en el cooperativismo como forma de organización y en el aporte al diseño de productos y servicios de sectores populares. Se instala en el IMPA (Industria Metalúrgicas y Plásticas Argentina, empresa recuperada por sus trabajadores desde 1998) en Ciudad de Buenos Aires a partir de la confluencia de intereses en la modalidad de trabajo cooperativo, autogestivo y asambleario. Esta es una de las condiciones de posibilidad, dentro del sistema productivo mismo del desarrollo de la Cooperativa como unidad. En palabras de Mora (2020, 4:39) integrante de La Cooperativa en una entrevista para el programa No Pasarán el hecho de estar dentro en una unidad productiva: "Nos posibilitó una lógica vinculada a la producción y no aisladas donde el diseñador trabaja desde afuera".
Según las integrantes de la cooperativa (2019), las preguntas clave que guiaron su gestión para la comercialización de los productos fueron: ¿para quiénes es el beneficio?, ¿qué intereses se priorizan?, y ¿cómo se asegura la sustentabilidad del proyecto? En este análisis, indagaremos si las prácticas de gestión de diseño de la cooperativa, con su enfoque en estas preguntas, contribuyeron a fortalecer su identidad como organización de diseño social.
"Las primeras acciones consistieron en ofrecer servicios de diseño y buscar clientes entre las cooperativas y fábricas recuperadas de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores, en paralelo al desarrollo de algunos productos propios con miras a comercializar. A la vez, todos los encargos y trabajos ofrecidos a las integrantes, surgidos por trabajos anteriores u ofrecidos por colegas, fueron tomados por la Cooperativa como conjunto." (2019, p. 82)
La Cooperativa implementa un abordaje integral: contemplar a la persona o grupo con el que se trabaja en su contexto para entender qué se está resolviendo y para qué, dentro de un enfoque interdisciplinario. Si bien argumentan que para el sector privado las cosas son distintas, ellas eligen mantener este tipo de metodología interdisciplinaria y con enfoque contextual.
Volviendo al diseño de gestión y organización interna, las integrantes de la Cooperativa afirman que el método de repartición de ingresos fue innovador. El mismo intenta considerar las particularidades y necesidades de cada una de las integrantes, las condiciones de vida y sus necesidades (distancia, propietaria o inquilina de vivienda, maternidad) y la carga horaria de trabajo. "Fue nuestro mejor diseño" (2024), afirman
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La experiencia con la comunidad Qom:
Para comprender la experiencia de colaboración entre la Cooperativa de Diseño y las artesanas Qom Lashepi Alpi, creemos necesario contextualizar la situación histórica y socioeconómica de la comunidad Qom en Castelli, Chaco. El pueblo Qom (también conocido como Toba) constituye uno de los grupos indígenas más numerosos del Gran Chaco argentino, con una historia marcada por desplazamientos territoriales, marginación económica y resistencia cultural. A partir de la conquista militar del Chaco a fines del siglo XIX, las comunidades Qom experimentaron una progresiva pérdida de sus territorios ancestrales y sus medios tradicionales de subsistencia basados en la caza, pesca y recolección.
En la región de Castelli, las comunidades Qom han enfrentado durante décadas problemáticas estructurales como la precarización laboral, el limitado acceso a servicios básicos y la discriminación étnica. La producción artesanal, históricamente parte de sus prácticas culturales, se transformó en una estrategia de supervivencia económica frente a la pérdida de sus territorios y modos de vida tradicionales. Sin embargo, esta actividad se desarrollaba en condiciones de gran vulnerabilidad: dependencia de intermediarios que pagaban precios irrisorios, dificultades para acceder a mercados justos, y progresiva pérdida de valoración cultural de sus técnicas ancestrales.
La cooperativa Qom Lashepi Alpi surgió en este contexto como una iniciativa de resistencia y reafirmación cultural. Conformada principalmente por mujeres, la organización buscaba preservar saberes tradicionales al tiempo que mejoraba las condiciones económicas de sus integrantes. Cuando se estableció el contacto con la Cooperativa de Diseño en 2013, las artesanas enfrentaban desafíos significativos en términos de comercialización, valor percibido de sus productos y condiciones materiales para la producción, todo esto en un marco regional de elevados índices de pobreza y escaso reconocimiento institucional de los derechos indígenas.
La articulación entre la Cooperativa de Diseño y la cooperativa Qom Lashepi Alpi se estableció como parte del Proyecto de Inclusión Socioeconómica en Áreas Rurales, a solicitud de la Junta Unida de Misiones.
Al inicio las diseñadoras identificaron un complejo entramado de problemáticas socioeconómicas y técnicas que limitaban el potencial de la producción artesanal. Desde una perspectiva territorial, la distancia geográfica entre Castelli y los principales centros urbanos (aproximadamente 260 km hasta Resistencia y más de 1100 km hasta Buenos Aires) constituía una barrera significativa para la comercialización directa. Esta situación espacial, analizada desde la perspectiva de Bourdieu, representa no solo una distancia física sino también simbólica que refuerza relaciones de poder asimétricas en el campo económico y cultural.
El sistema de intermediación comercial imperante reproducía estas asimetrías al subvalorar económicamente las artesanías, pagando precios que no reflejaban ni el tiempo de trabajo invertido ni el valor cultural del producto. Como señala una de las diseñadoras en una entrevista “el principal problema que tenían era que ellas con sus productos los comercializaban y había mucha gente que se aprovechaba y de repente les cambiaban eh un canasto por una campera Adidas usada eso fue una de las primeras cosas que detectamos cuando viajamos” (2024, 23:42) En el estudio del 2019 la Cooperativa también encontramos una descripción detallada de estas dificultades “La ciudad de Juan José Castelli, provincia de Chaco, es pequeña y no recibe muchos turistas o visitantes, con lo cual dependen de intermediarios no indígenas, quienes en reiterados casos negocian los precios a su conveniencia, generan competencia entre artesanas y, apoyándose en la sobre oferta, los compraba a muy bajo costo o realizan trueque por frutas, verduras o materiales de limpieza del hogar”. Esta dinámica puede interpretarse, siguiendo a Scribano (2009), como una forma de expropiación de energías corporales donde el trabajo artesanal es despojado de su dimensión afectiva y cultural, quedando reducido a una mercancía descontextualizada.
En el plano técnico, las diseñadoras identificaron el deterioro natural de las asas de los canastos como un problema aparentemente "objetivo" que requería solución. Sin embargo, este abordaje inicial desde una racionalidad técnica se vio cuestionado al comprender la dimensión cultural y subjetiva involucrada en cada aspecto del proceso productivo. La experiencia reveló que lo que desde una mirada externa podía percibirse como una "deficiencia técnica" (el secado y consiguiente fragilidad de las asas) formaba parte de un ciclo natural de materiales que las artesanas comprendían y aceptaban como parte inherente de su relación con el entorno.
El testimonio de una de las diseñadoras sobre la transformación de su enfoque metodológico revela el proceso de descentramiento epistemológico que experimentó el equipo: "Primero íbamos con nuestras ideas, y pensamos en cómo optimizar el tiempo, por funciones y ellas nos contaron que para ellas cada producto era un legado familiar, venía de sus antiguos pasando a sus familias. Para ellas que cada una sea la productora de ese canasto, tenía que ver con eso, con ese valor" (2024, 22:11) Esta narrativa evidencia lo que Escobar (2018) describe como el tránsito desde un diseño "ontológicamente monológico" hacia un "diseño ontológicamente situado", donde se reconocen y valoran múltiples formas de concebir la relación entre objetos, personas y mundo.
La pregunta que surgió entre las diseñadoras -"¿Con esta información qué hacemos?" (2024, 22:49) representa un momento crucial de reflexividad profesional que pone en tensión su hábitus disciplinar. Siguiendo a Bourdieu (2007), podemos interpretar este momento como una crisis del hábitus, donde las disposiciones incorporadas durante la formación académica (centradas en la eficiencia productiva y la innovación formal) se enfrentan a una lógica alternativa que prioriza la continuidad cultural y la dimensión relacional del objeto.
La respuesta a esta crisis se materializó en soluciones de diseño que podemos analizar como "tecnologías del yo" en términos foucaultianos: prácticas que transforman tanto el objeto como al sujeto que diseña. La incorporación del nombre de la artesana y detalles del proceso en las etiquetas no solo visibilizó a las productoras, sino que transformó la relación de las diseñadoras con su propio trabajo. Como relata otra integrante de la Cooperativa: "Fuimos a cosechar la hoja de Palma ¿cuántas hojas se necesita, cuánto tiempo se cosecha, ¿cuántas horas de trabajo llevó hacer ese canasto? Algunos de estos datos se incorporaron a la etiqueta. Al mismo tiempo que ellas encontrando cuánto era el valor de su producto, nosotras íbamos aprendiendo el valor de nuestro trabajo en paralelo" (2024, 24:09).
Este testimonio revela la dimensión corporal y afectiva del aprendizaje, donde el "hacer con" y el "estar con" las artesanas generó lo que Scribano (2009) denominaría un "encuentro entre cuerpos" que modificó las capacidades de acción de las diseñadoras. La experiencia de cosechar la palma no solo proporcionó información técnica, sino que inscribió en sus cuerpos un conocimiento situado que transformó su comprensión del valor del trabajo, tanto ajeno como propio. Esta transformación ilustra cómo, a través de prácticas corporales compartidas, el diseño social opera como catalizador de cambios en las subjetividades e identidades profesionales.
Conclusiones provisorias
A partir de estos datos analizados hasta ahora, podemos establecer conclusiones provisorias que dialogan directamente con nuestra hipótesis inicial: "El diseño social, en tanto proceso y producto, puede generar nuevas sensibilidades y acciones capaces de transformar la subjetividad de sus integrantes".
La investigación confirma que efectivamente las estrategias implementadas por la Cooperativa de Diseño en su trabajo colaborativo con las artesanas Qom Lashepi Alpi generaron transformaciones significativas en las sensibilidades y subjetividades de las diseñadoras. Estas estrategias incluyen: el trabajo directo en territorio, la participación en procesos productivos tradicionales, la valoración económica conjunta del trabajo, la incorporación de narrativas culturales en los productos, y la adaptación metodológica a las cosmovisiones locales. Los cambios producidos por estas estrategias se evidenciaron específicamente en:
La reconceptualización del valor del trabajo creativo, que pasó de medirse principalmente en términos de eficiencia técnica a incorporar dimensiones culturales y relacionales. Como expresó una de las diseñadoras: "Al mismo tiempo que ellas encontrando cuánto era el valor de su producto, nosotras íbamos aprendiendo el valor de nuestro trabajo en paralelo".
La transformación de sus metodologías de diseño, que evolucionaron desde un enfoque "solucionista/eficiente” hacia aproximaciones más dialógicas y situadas culturalmente, reconociendo el valor epistemológico de los saberes tradicionales Qom.
La modificación de sus prácticas organizativas internas, reforzando su compromiso con modelos horizontales de toma de decisiones y distribución de recursos que consideran "su mejor diseño".
Sin embargo, es necesario matizar que esta confirmación es parcial, ya que el alcance de nuestro estudio no permite determinar la perdurabilidad de estas transformaciones a largo plazo, ni su impacto en todas las dimensiones de la práctica profesional de la Cooperativa.
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