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LOS PIES EN EL AIRE 

Por Vanina Orione - vaninaorione@yahoo.com.ar

 

Bailar es un poco como volar y ¿Quién no ha tenido el sueño de volar?

Para mi fue un sueño recurrente de la niñez, en el que volaba,  nadaba y bailaba a la vez. “Estas fantasías han poblado de imágenes el mundo de los chicos. Pero ¿solo los chicos?  Leonardo  da Vinci investigó  el vuelo de las aves, hizo esquemas de  alas y aparatos que proyectaran los cuerpos en el espacio.  Chagall mostró  novias, peces, palacios en un espacio alterado. Y de eso se trata, de la alteración de los parámetros habituales de observación y de percepción del propio cuerpo. El mundo no es solo  los pies en la tierra.”[1]

La  perspectiva desde otros puntos de mira, incorpora la sensación del vértigo, pero al mismo tiempo la posibilidad de un pensamiento modificado por  el otro lado.

Y qué es la danza si no una exploración de la forma, el ritmo y el equilibrio en un espacio transgredido, en constante transformación, en una búsqueda y exploración de  planos, niveles, diseños, direcciones, en el uso de la verticalidad, la horizontalidad, los planos inclinados, la perpendicularidad. En este sentido creo que la Danza Aérea surge de una necesidad y de la continuación de esta búsqueda constante de desafiar los límites, la gravedad, las perspectivas y los puntos de vista tanto del intérprete como del espectador.

No es lo mismo bailar, improvisar y buscar movimientos en estos nuevos espacios que se nos plantean... Surgen interrogantes y se abre todo un abanico de posibilidades a explorar y desarrollar.

 

Y podríamos pensar tal vez alguna relación de estos interrogantes con algunas propuestas de la Danza Posmoderna de los años 60 y 70, en las que se empieza a analizar la naturaleza, la historia y la función de la danza, como así también su estructura. Prevalece en un principio un espíritu de rebelión permisiva y lúdica en una constante investigación sobre el medio y no sobre el significado o sentido. Aparece entonces una indagación sobre los usos del tiempo, del espacio y del cuerpo, y también los problemas de definición de la danza.

Sally Banes  propone  en “Terpsicore en Zapatillas” que el problema de definir la danza para los primeros coreógrafos posmodernos estaba relacionado con su indagación sobre el  tiempo, el espacio y el cuerpo, pero se extendía más allá, abarcando las otras artes y sosteniendo proposiciones con respecto a la naturaleza de la danza. Los juegos, los deportes, los simples actos de caminar o correr, los gestos involucrados en tocar música o hacer una lectura,  e incluso la acción mental del lenguaje fueron presentados como danza. En efecto, los coreógrafos posmodernos sostuvieron que una danza era danza no por su contenido, sino por su contexto; es decir, porque simplemente era enmarcada como danza, a causa de sus relaciones funcionales con el contexto,  más que por sus cualidades internas de movimiento o por su contenido.  Esto significó cambiar los términos de la teoría de la danza alineándola con la teoría contemporánea del arte. Esta apertura hacia los márgenes fue una ruptura con la danza moderna cualitativamente diferente tanto en lo referente al espacio y  al tiempo, como al cuerpo.

Tal como plantea Banes el uso del espacio fue explorado tanto en términos de su articulación en la danza, por ejemplo en la exploración de superficies distintas al piso, como en términos de lugar, ya que se empiezan a utilizar galerías de arte, iglesias, lofts, en lugar de la sala teatral tradicional.  Con respecto a la exploración de las superficies, me atrevería a afirmar que surgen en este contexto los primeros acercamientos a lo que denominamos hoy Danza Aérea. Me interesa particularmente centrarme en dicha experiencia, en los primeros pasos en el aire de la danza, en los primeros vuelos que abrieron un mundo.

“En abril de 1970 un bailarín, con un equipamiento de escalada, desciende la fachada de un edificio de siete plantas en Manhatan. Se trata de una pieza de Trisha Brown. Erguido y con los brazos a cada lado del cuerpo se mueve desde arriba hacia los espectadores que están abajo, de pie. Manteniendo la posición de andar erguido, convierte la fachada en una superficie que aparenta ser la tierra, sobre la cual el bailarín se desplaza como en el suelo. Con cada paso que da se opone a la gravedad, sin dejar que ésta sea visible o se manifieste.”[2]

Man Walking Down the Side of a Building es uno de los primeros trabajos de Trisha Brown que pertenece a la serie Equipment Pieces, de finales de los años 60, en el marco de la Danza Posmoderna que en su búsqueda de nuevos lugares, tanto en el espacio público como privado, permite no solo una percepción e indagación diferente sobre ella misma sino también de los espacios en los que tiene lugar.

Podemos ver en esta experiencia un doble cambio espacial, en cuanto a lo escénico, utilizando el espacio público y en cuanto al movimiento  produciendo un cambio de planos, ya que el vertical se transforma en horizontal para el intérprete.

Brown plantea una relación entre gravedad y arquitectura, convirtiendo la pared en una superficie transitable, rebasando entonces los límites impuestos por la gravedad y también por la arquitectura. Transitando  los lugares intransitables, al margen de las trayectorias y de los movimientos usuales.

Trisha cuelga al bailarín y lo hace realizar un simple movimiento de caminata, precisamente en el límite con lo cotidiano, en lo extraordinario y la desviación puede esta danza sensibilizar los sentidos. Un movimiento cotidiano como los que la Danza Posmoderna postula, con un cambio de eje que transforma el espacio y la percepción.

Utilizando cuerdas y equipamiento de escalada los bailarines se trasladan cambiando su posición acostumbrada; en la relación con los objetos, con las paredes y techos surgen movimientos que proponen otras miradas, cambian las relaciones acostumbradas entre el arriba y el abajo, las direcciones y los sentidos, tanto para el intérprete como para el espectador.

Según Isa Wortelkamp, Brown no pretende vencer la fuerza de gravedad ni superarla como obstáculo, sino que intenta analizarla como una variable física y reflexionar sobre ella en diálogo con el cuerpo. El andar sigue siendo andar, la estrategia no se basa en presentar la caída, el salto espectacular, el vuelo, sino en el simple caminar  hacia abajo, en la posición invertida. Es una concepción analítica de las variables físicas y de las relaciones entre el cuerpo y el espacio, que se da en el contexto del movimiento de la  Danza Posmoderna de los años sesenta y de las artes visuales de los años cuarenta y cincuenta.

El interés en la gravedad y la inversión de los ejes vertical y horizontal, aparece en diferentes artistas de la época, por ejemplo el artista plástico Jackson Pollok que en las Drip Paintings  coloca la tela en el suelo o Robert Rauschemberg  que transforma la superficie horizontal de una cama en un cuadro. La percepción misma se convierte en tema del arte.

 “Los cuerpos que caminan por la pared transmiten la ilusión de una perspectiva aérea que contradice la posición misma del espectador sobre el suelo y que consigue desestabilizar las relaciones espaciales acostumbradas.”[3]

Primeros pasos de la Danza Aérea, una simple caminata que con el correr de los años se fue transformando en corridas, saltos y vuelos, sobre superficies diversas o simplemente en el aire.

En nuestro paísDe la Guarda o antes La Organización Negra  comienzan a incorporar el espacio aéreo a sus producciones  en las décadas del 80 y del 90.

“La Danza Aérea propone un léxico sin apartarse de las leyes propias del lenguaje de la danza, interpela los procesos de percepción del espectador a partir de la ilusión espacial que le permite trascender su visión estática, generándole un nuevo punto de vista. A la vez redimensiona el uso del espacio escénico descubriendo sectores del escenario “a la italiana” rara vez aprovechados.”[4]

En la década del 80 La Organización Negra llevó su arte al micro-centro porteño desplegando una serie de breves performances con las que pretendían generar nuevos modos de mirar la ciudad. Sus primeros trabajos son intervenciones callejeras que buscan captar la atención de la gente mediante acciones simples que rompen con la rutina de la vía pública. Querían suspender, por un segundo, sus miradas acostumbradas y reescribir sobre ese espacio urbano, cotidiano, conocido, un nuevo espacio-tiempo. Posteriormente presentan La Tirolesa y La Tirolesa/Obelisco en los que suman técnicas de escalada y trabajos en altura, con descensos, corridas, saltos y toda una serie coreográfica sobre el Obelisco porteño.  Estos movimientos sobre el ícono porteño recuerdan de alguna manera la caminata del bailarín de Trisha sobre el edificio de Manhatan.

 

En los espectáculos de Fuerza Bruta los cuerpos están al límite del desenfreno y la levedad, corren por los aires, atraviesan muros,  no hay texto, ni butacas, ni escenarios, en este mundo fantástico los intérpretes  buscan el contacto físico  con el público, las ganas de cruzar los límites, vuelan por el aire, se burlan de la gravedad, giran y saltan a 90° grados sobre superficies diversas.

En el año 2010 Fuerza Bruta realiza un desfile que levanta vuelo, sorprendiendo e incluyendo a centenares en los festejos del Bicentenario. La Danza  vuelve a salir a la calle en una propuesta que modifica espacios públicos y cotidianos, transformando la ciudad y motivando una comprensión de la misma como un espacio que se crea en el movimiento a través del tiempo. Y en este juego se transforma,  junto con las relaciones de la gravedad y el espacio también la visión de la ciudad.

Volviendo a los primeros pasos, Wortelkamp nos propone una relación muy interesante entre la danza y la ciudad: “las coreografías de Brown encarnan y simbolizan la lectura activa de una ciudad que permite por un momento arrebatar el cuerpo de la influencia poderosa de ésta. Exhortan a la actividad, al elegir  y seleccionar las propias miradas y los propios pasos en los espacios intermedios entre los rascacielos, en los caminos de las calles, en las corrientes de tráfico y las masas de gente.”[5]

Es muy interesante este trabajo constante sobre los límites y las posibilidades del cuerpo,  del espacio y de la danza.  Se abren nuevas perspectivas, otras danzas, otras dimensiones, otros espacios, otros juegos posibles para seguir experimentando e investigando.

“Pela danca o corpo deixa de ser uma coisa para tornar-se uma interrogacao.” [6]

La interrogación como motor y punto de partida para abordar el desafío cotidiano de abrir caminos, ampliar horizontes, generar otros espacios, otros tiempos y otras corporalidades.

El mundo no es solo los pies en la tierra, la danza moviliza otros escenarios posibles y otros vuelos en espacios alterados.

 

BIBLIOGRAFIA

Banes, Sally. Terpsichore in Sneakers. Post-Modern Dance, Wesleyan University Press, Connecticut 1987. Traduccion María Pía Gigena (apunte de cátedra de Teoría General de la Danza)

González, María Laura. UORC de La Organización Negra: la enunciación de la experiencia según tres autores.  Telondefondo, revista de teoría y critica teatral, Nro. 14, diciembre de 2011.

 

Pérez Royo, Victoria (ed., trad.),  Wortelkamp, Isa;  y otros, ¡A Bailar a la Calle! Danza Contemporánea, Espacio Público y Arquitectura., Ediciones Universidad de Salamanca, España, 2008.

 

Agradecimiento especial a mi maestra Nora Jarach por sus aportes en charlas y mails informales.

 

 

 

 

[1] Nora Jarach

 

[2] Isa Wortelkamp, Man walking down the side of a building: Sobre la percepción de la arquitectura urbana en las Equipment Pieces de Trisha Brown.

 

[3] Isa Wortelkamp, op. cit.

 

[4] Brenda Angiel, www.danzaaerea.com.ar

 

[5] Isa Wortelkamp, op. cit.

 

[6] Roger Garaudy, Dancar a vida, editora Nova Fronteira.

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