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Estudiar Danza

Entrevista a la bailarina Belen Kadlec

Elegir dedicarse al mundo de la danza a veces parece ser una tarea difícil sin embargo nos animamos a pensar la danza desde otro lugar, el lugar de lo posible, de lo existente, del placer. Y reconocer en ella a sus futuros y futuras trabajadoras que nos sumerjeran por generaciones en el universo de las creaciones corporales cinéticas. Reconociéndolos como trabajadoras y trabajadores de la cultura, de nuestra cultura.

Es importante escuchar a las y los jóvenes que tienen inquietudes hacia el estudio de las artes del movimiento,  la confianza en su decisión y el apoyo del entorno es fundamental para  definir las potencialidades de cada individuo en su juventud.

 

Un maravilloso  testimonio de estas experiencias es la trayectoria de Belen Kadlec bailarina y estudiante de la escuela del Teatro san Martín y de la Universidad Nacional de las Artes.

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¿Quién es Belén? 

 

Soy Belén Kadlec, tengo 20 años y nací en Resistencia, Chaco pero actualmente vivo en Buenos Aires, mudanza que hice cuando apenas terminé los estudios secundarios. El primer año de residencia en Capital entré a la Universidad Nacional de las Artes para estudiar Licenciatura en Composición Coreográfica, y al año siguiente ingresé al Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martin. Cursando el inicio de mi cuarto año en la ciudad puedo decir que es un camino difícil, pero muy enriquecedor en lo personal.


 

¿Cómo es el recorrido de la danza en tu vida? En tu niñez ya podías advertir gustos artísticos? ¿Tenés  algún recuerdos de eso?

Desde muy chica me incliné por lo artístico, lo que en mi familia fue curioso porque nadie tiene una cercanía al arte como para inculcarme, pero siempre me apoyaron con todas las posibilidades posibles. Ya desde los tres años decía que quería ser actriz y bailarina, inventaba canciones, diálogos y ponía música para armar coreografías improvisadas en cada juntada familiar. Una conocida de mamá era amiga de una profesora muy importante en Chaco y me llevó a ver el ballet “Giselle” en el Guido Miranda; creo que fue la primera vez que me enamoré de la danza (en un punto más formal) e insistí para empezar aunque tenía que cambiarme de colegio para coincidir los horarios. Tenía sólo seis años pero estaba muy segura que quería ser bailarina. Y así empecé, en el Estudio de Danzas Ferrazzano al año siguiente de ese momento, para trece años después planear no dejarlo nunca más. 

A veces me gusta pensar que yo no elegí la danza, sino que la danza me eligió a mi, porque de alguna forma siento que nunca la implementé, siempre estuvo.  

 

 Y en la secundaria? Cómo se entrelaza los estudios de la currícula de una escuela con el entrenamiento del cuerpo o el deseo de continuar una carrera dancística?

 

Fui toda mi vida a colegios estatales de muy buena calidad en donde se presentaron oportunidades de concursos de danza, como el Baila Fanta, del que participé y me ampliaba a otros ritmos que no estaba acostumbrada, como el hip hop y Street jazz; hasta entonces sólo bailaba danza clásica y tango. En cuanto a horarios, la mañana era del colegio y la tarde para danza, como una rutina bastante marcada, y eso me gustó porque incorporaba material teórico con lo práctico de la danza, y por momentos podía encontrar relación entre las diversas asignaturas, lo que hizo que posteriormente, entre la facultad y el taller encuentre un equilibrio reconocido. Hace mucho mantengo que un bailarín refleja toda su materia gris, su memoria, su incentivo cuando baila, y por ello me gusta pensarme como investigadora de todo ese collage que queda en nuestro inconsciente. Eso es lo que muestro –y soy.

¿Tenías o tenés referentes artísticos que te guían de alguna manera? Cuáles?

De chica admiraba muchísimo a Natalia Osipova, por su destreza y fuerza; la veía en videos y me parecía un gran ejemplo a seguir, mientras analizaba de lejos su resolución técnica. Creo que a medida que iba creciendo mi interés se trasladó más a coreógrafos como Ohad Naharin, creador de la técnica Gaga, y Oscar Araiz en Argentina. De todas formas trato de no abrirme ante sólo un referente sino tomar algo positivo de cada maestro, bailarín o coreógrafo que tengo la posibilidad de ver, ya sea en vivo o en una proyección. Aprovecho la posibilidad más enriquecedora -a mi punto de ver- que tiene el arte que es observar y analizar para poder alimentar el arte de uno mismo.


 

Cómo fue el momento de elegir una carrera luego del secundario? ¿Actualmente cómo son tus actividades?

 

Cuando iba a terminar el secundario no estaba muy segura qué estudiar, si soy sincera. Fui a la psicopedagoga del colegio y pedí un test vocacional; fue ella la que me ayudó a investigar entre distintas disciplinas y universidades. Estaba entre tres opciones un poco variadas: dirección de cine, psicología o composición coreográfica. 

En ese momento mi tercera opción era lo que posteriormente elegí, estaba en la adolescencia con la idea de no ser docente ni coreógrafa de danza, lo veía muy lejano y con mucha responsabilidad; no sé en qué momento se invirtió, pero hoy me divierte pensar que es lo que terminé eligiendo y lo que más me encantaría hacer en el mundo. Creo que en definitiva escuché a mi corazón a tiempo, dejando de lado el miedo. 

Actualmente curso en la UNA y el taller al mismo tiempo y me adapto a los estrictos horarios del taller, ya que es una formación con mayor carga horaria y contenido físico, pero lo complemento con lo teórico de la universidad. Me siento muy cómoda y afortunada de estudiar con ambas instituciones a la par. 

 

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¿Qué es lo mejor que te dio la danza? ¿Alguna experiencia que recuerdes que nos quieras compartir?

 

Lo mejor que me dio la danza fue la posibilidad de descubrirme a mi misma un poco más cada día, una especie de autoayuda para no dejarse fundir en la comodidad y exponer la mejor versión de uno mismo. Te colabora a pensar, interrogar, discutir y reformular conceptos propios de una historia, para luego expresarse mediante un cuerpo que se mueve e irradia energía. La danza incluye momentos de euforia, de enojos, de angustias, de soledad, de felicidad, y de la forma que sea lo podes representar con sólo cerrar los ojos y dejarte ser, abierto a la posibilidad de encontrarte y sanar lo que deba sanar, bailando con ello. 

La experiencia más vivaz que tengo es de hace un par de años atrás cuando caí de las puntas en una función y me quebré el quinto metartasiano del pie derecho; yo seguí bailando mientras sentía que el dolor era tan fuerte que no podía seguir, los dedos se me acalambraban y las piernas me temblaban, pero no podía abandonar porque ensayamos en grupo todo un año para esa función, y sentía que podía un poco más. Ese día aprendí a que siempre se puede seguir adelante, que está bien escucharse y también, que la disciplina tiene su lado negativo/positivo.

 

¿Un sueño?

Tengo más metas que sueños: uno de ellos es obtener el título habilitado de Técnica Gaga para dar clases y poder hacerlo en distintas provincias de Argentina y el que lo veo un poco más lejano pero posible, es fundar una escuela pública de danzas en Chaco porque hay mucho talento disponible para exprimir, y además, es mi provincia y la quiero ver crecer.

 

Hay muches jóvenes que dudan de seguir una carrera artística ¿Qué mensaje le transmitirías a estas personas? 

El miedo ante las escasas condiciones que se encuentran van a estar siempre, pero el artista sabe a qué se somete para rellenarse de un infinito de capacidades, lo que termina siendo cuestión de afrontarlo y buscar un camino, que siempre se descubre, tarde o temprano. Creo mucho en la ley de atracción y las energías: si querés, vas a poder, va a llegar aunque sea disfrazado o transformado, pero va a llegar. Es animarse a la incertidumbre, el regalo más sincero que te podes dar.  

Un día en la vida de Belén ¿cómo es?

Este año va a ser un poco exhaustivo pero estoy emocionada por ya iniciar. Los días varían, pero un día típico sería: probablemente me despierte a las 7 para desayunar e ir a la facultad, salir e ir a ensayar las tesis que preparamos con mis compañeros de taller para egresarnos, luego un almuerzo corto en casa (o cursar otra materia en la facultad), para ir al teatro a tener clases en el taller de 17 a 21hs y finalmente volver a casa. Claramente entre medio con las comidas correspondientes y el cuidado de mi cuerpo para mantenerme sana y con energías.

Muchas gracias Belén, es enriquecedor y realmente emocionante todo lo que nos contás con tanta claridad y el mensaje alentador  que nos regalás para muchos y muchas jóvenes que leerán la nota y que buscan definir su carrera ¡Un universo maravilloso el de la y el bailarín. GRACIAS
 

Muchas gracias por la oportunidad, me encantó poder transitar por distintos momentos de mi vida que los viví bailando.

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