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Cuerpo - Lenguaje

El cuerpo «habla»

Ana Martínez Barreiro - anamb@udc.es
 Universidad de A Coruña. Departamento de Sociología y Ciencia Política
y de la Administración


La mayoría de los estudios sobre el comportamiento humano en los procesos de interacción, hasta hace nada, se dirigían sobre todo a la comunicación verbal. Sin embargo, a comienzos de la década de 1960 se abre un nuevo campo de investigación: la comunicación no verbal. De esta forma, el cuerpo se presenta como una estructura lingüística que «habla» y revela infinidad de informaciones aunque el sujeto guarde silencio. Al parecer, «hablamos con nuestros órganos fonadores, pero conversamos con todo nuestro cuerpo» (D. Abercrombie, 1968: 55)7. La escuela de Palo Alto ha profundizado particularmente en los aspectos no verbales de la comunicación, esto es, en la imposibilidad de permanecer sin comunicar. La nueva comunicación ya no es una simple relación entre dos personas en la que una envía la pelota a otra, como en una
partida de ping-pong, sino que se concibe como un sistema cultural en el que se inserta el individuo, sistema regido por una causalidad que ya no es lineal, sino circular, donde el efecto retro actúa sobre la causa. Esta nueva forma de comunicación se comporta como una orquesta, donde cada miembro forma parte y en la que todo el mundo sigue una partitura invisible. Partitura polifónica, ya que la comunicación se produce a niveles distintos (verbal, corporal, gestual, espacial, aspecto externo…) y a veces contradictorios (Gregory Batenson, 1990). En este sentido, la comunicación se define como cualquier intercambio de información que se verifique en el interior de un sistema de relaciones, con independencia del medio que se utilice para comunicar y del hecho de que los interlocutores tengan o no conciencia de ello. Birdwhistell (1979), partiendo de la lingüística estructural y de la teoría cibernética de la interacción (feedback), propone una nueva aproximación teórica de los «micromovimientos» corporales. A este estudio cultural comunicacional de los movimientos corporales le denomina Kinesia. Observo que, de igual modo que el lenguaje hablado puede descomponerse en sonidos, palabras, oraciones, en la Kinesia existen también unidades similares, la menor de ellas es el kine (movimiento apenas perceptible) y, por encima de éste,
existen otros movimientos mayores y más significativos llamados Kinemas, portadores de un gran sentido y significado cuando se les toma en conjunto e incluso son intercambiables. Al parecer, existen entre cincuenta o sesenta
kinemas para todo el cuerpo, y más del 33% están concentrados en el rostro. Sin embargo, es la cultura la que otorga un significado a cada uno de los innumerables movimientos corporales posibles. Como todos los movimientos
del cuerpo no se podían analizar a simple vista, este autor creó un sistema taquigráfico, cuyo signo es el kine, que permite el «microanálisis» de los movimientos corporales, su resultado es parecido a la partitura de un director de orquesta; una vez terminada la trascripción, se procede a verificar las regularidades corporales. Otro de los elementos analizados es la proxémica, ésta es la ciencia que estudia el uso del espacio y la distancia corporal como una señal que regula las interacciones sociales. Sin entrar en más detalles sobre esta teoría, Edward Hall (1987), en su libro La dimensión oculta, distingue varias zonas dentro del uso del espacio entre los cuerpos: la distancia íntima (reservada para aquéllas personas a quienes se les permite el contacto corporal), social (es la que suele mantenerse en las situaciones normales de interacción) y publica (preservada para aquellos que actúan ante una audiencia). En la interacción, cuando la distancia íntima y personal es invadida, la gente siempre

trata de recuperar su espacio y al efecto envía una mirada fija al intruso (Goffman) que le indicará que se aparte.

Erving Goffman (1971, 1979, 1991) parte de la idea que para que la interacción social sea viable, se necesita información acerca de aquéllos con quienes se interactúa. Y entre las muchas vías por las que los actores pueden adquirir dicha información es tanto a través de lo que dicen y hacen como de la apariencia. En su teoría, un elemento importante es la «fachada personal» (front), que define como «la dotación expresiva empleada por el individuo durante una actuación, ya sea de forma intencional o no». Así, al comienzo de cualquier encuentro, es importante distinguir algunas de las características más sobresalientes del otro, con el fin de saber cómo comportarse. Los distintos componentes del aspecto externo adquieren importancia sobre todo por su significado social, es decir, por los mensajes más o menos manipulados, que están en relación con él yo y que consiguen comunicar algo. Tales informaciones no son necesariamente verdaderas, pero es suficiente que expresen lo que el individuo desea que los demás piensen de él para que sean confirmadas. La presentación de nosotros mismos mediante señales no verbales, mediante lo que Erving Goffman llama «glosario del cuerpo» (body gloss) es, sin duda, tanto una de las señales no verbales que más influye en las percepciones, tanto
en las reacciones de todos los individuos en general como en las de cada uno en particular. Así, es necesario invertir en el cuerpo volviendo al gimnasio, ya que el cuerpo, junto a su envoltorio, es el primer signo mediador en la nueva relación social; pues es aquello con lo que nos presentamos. El cuerpo habla por sí solo y la palabra enmudece. Actualmente, en las grandes ciudades, ha surgido una nueva subcultura relacionada con los procedimientos comunicativos a los que recurren sus usuarios, es especialmente a través de los diversos lenguajes no verbales. La elaboración de lenguajes en los que predominan los aspectos meta comunicativos (gestos, posturas, ademanes, vestimenta, aditamentos, etc.) sobre los comunicativos, conduce a posibilitar interacciones en donde predomina la comunicación acerca de la relación que mantienen entre sí los comunicantes, sobre
las interacciones en donde predominan las comunicaciones acerca de los contenidos. Con estas premisas, el cuerpo, del que hemos hablado, se configura como un procedimiento calificador de otras informaciones, entre las que destacan la propia identidad personal, el indicador del grupo, la adscripción y la pertenencia a determinados grupos. En la nueva cultura, el cuerpo es una señal que vincula, separa u oculta la particular forma y las condiciones en las que cada individuo se adscribe y pertenece a una clase social, a una edad, a un sexo, a una profesión, a una actividad, a un contexto determinado y a un espacio. 


7. D. ABERCROMBIE. «Paralanguage», en British Journal of Disorders of Comunication, 3, Londres,
1968, p. 55. Sobre este tema, véase la selección de estudios a cargo de R. HINDE, La comunicazione
non verbale, Bari, Laterza, 1974, así como la obra de M. ARGYLE, Il corpo e il suo
linguaggio, Bolonia, Zanichelli, 1982.

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