top of page

Cuerpo - Síntoma

CUANDO EL MIEDO SE TRANSFORMA EN ALIADO

                                                                        Por Claudia Mendoza - leclochar@gmail.com

 

“Y llegó el día en que el riesgo que corría por quedarse dentro del capullo era más doloroso que el riesgo que corría por florecer.”

Anais Nin

 

¿A quién se le ocurriría pensar que el miedo podría ser un aliado, no? Y mucho más cuando lo padeces, cuando sentís de cerca los efectos de esa extraña alianza. Cuando uno está en crisis la palabra “estoy bien” parece de allá lejos y hace tiempo. Y volver a sentir que uno no está “mal” sino que está aceptando un proceso inteligente que cumple una función, ayuda a recuperar la esperanza, la confianza en uno y alivia ante tanta confusión. 

Ver al miedo como una protección, que nos viene a socorrer de una resistencia a un determinado sentir  fue lo que personalmente me ayudó a entender este asunto desde una óptica diferente.

En mi proceso, al principio no sabía qué era lo que me estaba pasando y eso sumaba a la angustia. Me tomó mucho tiempo llegar a sincerarme conmigo para saber qué sentía verdaderamente.  El camino fue largo porque larga fue también mi resistencia a sentir. No sabía que estaba como estaba porque en algún punto consentía esa limitación, la necesitaba,  no estaba abierta a soltar la resistencia y no sabía tampoco cómo dejar de no querer.  No era víctima de las circunstancias, era quien las propiciaba,  pero ¿cómo podía convencerme de soltar lo que aún me convenía?  Es ahí cuando entra la necesidad del tiempo en el proceso,  eso que tanto uno reniega.  En algunos casos, es necesario llegar a agotarse de resistir.  Si antes no nos alcanzó la comprensión, el cansancio llega a nuestro rescate, depende de la testarudez de cada uno.  Es duro tener que llegar hasta estas instancias para cambiar un enfoque, pero de todos modos lo terminamos logrando. Ese también es el aprendizaje y la nueva pregunta para la nueva negociación.  Ahora cuando aparece la resistencia uno puede preguntarse ¿vale la pena? El miedo como todo comerciante va a querer convencernos de sus beneficios, pero como ya hemos comprado sus productos, ya lo conocemos, sabemos que perdemos más de lo que ganamos y esta comprensión nos posiciona en un nuevo lugar en momentos de angustia. Me animo a compartir esta experiencia porque también me subí a ese bote, somos varios, pero doy fe que se va aprendiendo a remar aunque parezcan muy movedizas las olas. Disculpen la poesía, me inspiré. Volvamos al punto.

 

¿Por qué niego y me resisto a sentir?

Quizás existan muchas razones pero ¿Será que conviene?

¿Por creer que no se sabría cómo lidiar con esos sentimientos? Podría ser, como si no supiéramos  cómo sentir  y la educación muchas veces ha juzgado como “malas” a varias emociones.  Hoy en día, por suerte, hay alternativas para una educación más inclusiva. Pero muchos no sabemos, no hemos aprendido cómo sublimarlas y puede que nos encontremos pensando: “No estoy bien cuando las siento.  Pero las siento y no se qué hacer con eso, cómo abordarlas, por dónde empezar o dónde ponerlas,” es por eso que termina siendo más conveniente dejarlas tras la puerta de la resistencia y la negación.

¿Por sentir culpa? Al encontrar en nosotros emociones contradictorias, a veces no nos animamos a sincerarnos ni con nosotros mismos por temor a ser rechazados.

¿Por negar los propios recursos?  En algunas ocasiones se suele creer que no se sabe. Si uno observara su vida en retrospectiva, se daría cuenta que ha puesto en práctica en variadas oportunidades muchos recursos. Pero, si nos percatamos de esas herramientas, la resistencia no tendría razón, ni función para estar y por lo tanto tampoco el síntoma. Pero como la necesitamos  para no sentir, eclipsamos ese saber, esa inteligencia vital en cada uno, hasta podemos llegar a negar la confianza en la vida.

¿Podríamos pensar que la falta de confianza en la vida, la fe en la inteligencia de la naturaleza, Dios o como se guste llamar, sea una forma de negar nuestros recursos, de negarnos a nosotros mismos para evitar alguna culpa evolutiva de abandonar instancias más primitivas del ser?

¿Por qué eclipsamos ese saber? ¿Por qué nos conviene? ¿A quién le conviene? ¿A qué parte de nosotros? ¿Hay partes en nosotros?

¿Será por culpa? Si hay culpa sale ahí también el sentimiento de victimizar a nuestro rescate para devolvernos la inocencia y poder así seguir sintiéndonos “buenos “cuando descubrimos esas emociones negativas en nosotros que nos hacen sentir malos y sucios.

Si hay alguien a quien le conviene, es a esa parte en nosotros que se resiste.

Como decíamos antes ¿Hay partes en nosotros o solo es un modo limitado de auto-percibirnos?

¿Se puede evitar completamente la resistencia?

Más allá de que uno puede ir desarticulando resistencias en su andar e ir ampliando su espectro de captación de la “realidad, “existen en el universo pulsiones contrarias que también tienen una funcionalidad: Generar la fricción necesaria para nuestra evolución.

 ¿Será que no podemos eliminar las piedras de nuestro camino ya que gracias a ellas van generando el entrenamiento que vinimos a realizar? ¿Será que no vamos eliminándolas, sino que vamos conociendo el juego, su dinámica, aprendiendo cómo sortearlas, cómo transitarlas?  ¿“Desaparecen” o es  que ya no nos generan intranquilidad? ¿Qué es lo que desaparece?

Este mecanismo de defensa es muy inteligente y “bueno“, palabra que a muchos nos gusta, por un lado porque cumple su función no solo por permitirnos no contactar con lo que no queremos sino porque funciona como alarma avisándonos que no estamos contactando con la totalidad de lo que somos,  de que existe una realidad más profunda en nosotros a la que podemos acceder si nos atrevemos a franquear las barreras imaginarias del miedo.

Ahora bien, cuando el ataque de pánico se prolonga en el tiempo, llega un punto en que comienza a complicar más que el problema inicial, es ahí cuando el “remedio” comienza a ser peor que la enfermedad.  Y cuando el síntoma deja de ser funcional es cuando uno finalmente lo suelta.  Es como si la venda que nos pusimos para proteger una herida nos comenzara a traer más dolor que la herida misma. Es ahí cuando uno se cansa y suelta. En ese momento  inevitablemente nos reconectamos, porque termina siendo menos peligroso conectarnos a nuestro sentir que seguir viviendo la irrealidad que se genera para evitar el dolor. Aprendemos que el sentir, sea lo difícil que sea, nos lleva a la salud y el evitarlo a la enfermedad.  Por eso podemos decir que el miedo puede ser un aliado porque en esos momentos salen nuestros contenidos ocultos a las luz y es necesario, vital y saludable contactar con esas creencias, fantasías, ideas  para cuestionarlas y comprenderlas más profundamente, darles una nueva respuesta, un nuevo entendimiento y una nueva comprensión. También te vas dando cuenta que si sentís, no te morís, no te volves loco, no te disgregas, sino que te volves más entero, más amplio, más abierto, más empático, menos juicioso y más unido a quienes te rodean.

 

RECOMENDACIONES

-Hacer terapia.

-Flores de Bach.

-Homeopatía.

 -Baños de inmersión con sal marina antes de dormir ayuda a aflojar el cuerpo y a limpiarlo energéticamente.

-Infusiones de hierbas relajantes, puede ser Melisa,  Pasionaria, Marcela, Valeriana en leves medidas ya que estimula la producción de sueños.

-Realizar ejercicios físicos para descargar y aflojar tensiones.

-Expresión artística

-En algunos casos el terapeuta puede sugerir contactar a un psiquiatra si se necesita recurrir a la medicación. Es importante que se mantenga acompañada por un proceso terapéutico ya que la medicación solo duerme el síntoma pero no resuelve la problemática.

-Yoga

 

UNA MIRADA, UN APORTE DESDE YOGA

Desde el yoga vamos tomando conciencia gradualmente de cada parte del cuerpo, recuperando el fluir de nuestra energía, así como el de la sangre por toda la totalidad que somos.  Ese fluir es a lo que llamamos salud. Esa apertura a recorrernos, a sentirnos, a conocernos, no como unas partes aisladas de un todo, sino como un sistema completo, integrado, interconectado. Vamos en cada práctica aflojando las tensiones y lo nudos producidos por el miedo, tomando contacto con las plantas de nuestros pies para ir animándonos a enraizar en nuestro presente,  en nuestra verdad. Aunque nos de vértigo, vamos desde pequeñas  acciones físicas comenzando a susurrarle al cuerpo, como un mantra, nuevas opciones de autopercepción ¿y quién dirige al cuerpo? Inevitablemente no podemos trabajar por separado, el cuerpo, la mente, nuestro espíritu van reaprendiendo y desarrollándose en conjunto.  

bottom of page